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2º Post – El buen interrogador reconoce las emociones en cualquier rostro

Jesús María Sanchez Por Jesús María Sanchez
enero 12, 2022
in El buen interrogador
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2º Post – El buen interrogador reconoce las emociones en cualquier rostro
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Un buen interrogador no solo presta atención a lo que manifiesta el interrogado, sino a las emociones que muestra en su rostro. Si un veterano de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, observara una serie de incoherencias entre las palabras y el lenguaje no verbal del interrogado, sin duda alguna, le daría más veracidad al lenguaje no verbal.

Las siete emociones básicas, como se explica en el 1º Post – El buen interrogador conoce el proceso de hominización, alegría, asco, desprecio, ira, miedo, tristeza y sorpresa son innatas. ¿Cómo es posible que las personas que han nacido siendo invidentes movilicen los mismos músculos faciales que las que no las son para expresar estas emociones? Es coherente pensar que no han podido aprenderlas por observación. Simplemente, todos realizamos las mismas expresiones faciales porque está en nuestros genes, sin importar la cultura a la que pertenezcamos.

La primera emoción que describiremos será la alegría. En el rostro humano se muestra con una sonrisa, pero cuidado, no hablamos de cualquier sonrisa, sino de una sincera. En los labios habrá una elevación y retracción. Las mejillas se alzarán de forma simétrica y en los laterales de los ojos aparecerán unas arruguitas, las llamadas “patas de gallo”.

¿Cómo puedo diferenciar una sonrisa sincera de una que no lo es? Solo debes fijarte si aparecen las “patas de gallo”. Por eso, cuando llevamos mascarilla identificamos a las personas que se están riendo con sinceridad, porque expresamos nuestra felicidad con los ojos.

Sigamos con la tristeza. Observaremos que la barbilla asciende y los labios descienden. Las cejas forman como una flecha ascendente y parece que van a juntarse.

La ira es la emoción que el ser humano reconoce antes. Podemos encontrar que los labios se abren o los dientes se apretan. Algo muy característico de esta emoción es que hay un visible ensanchamiento de las fosas nasales. Los ojos desprenden una mirada que atraviesa, junto con el descenso de las cejas con el ceño fruncido. Esto provoca que el individuo reduzca su campo de visión, dirigiendo toda su atención al objetivo.

La sorpresa es inconfundible. La boca se queda abierta y los ojos también se abren como platos. De esta forma, las cejas y los párpados superiores ascienden y los inferiores descienden. La personas amplían su campo de visión y al abrir la boca, a la vez, aumenta su capacidad auditiva.

Cuando una persona siente asco, contrae la nariz de inmediato. Es como si quisiera taponarla. El labio superior se alza y los ojos casi se cierran.

Fuente: 5 httpsquo.eldiario.essaluda72592asco

El desprecio tiene un rasgo que ayuda muchísimo para no confundir esta emoción. Solo se eleva un lado del labio, de forma que se abre un hoyuelo en ese lugar del rostro formando una línea conocida como “nasogenial”. El ceño también suele fruncirse cuando se expresa esta emoción.

Con el miedo se tensan los músculos faciales y esto supone que la boca se estire de forma horizontal. Los párpados superiores se elevan y las cejas se contraen.

Estas emociones, además tienen otra característica, son incontrolables. Las activamos por medio de las llamadas “microexpresiones” que tienen una duración de un cuarto de segundo. El buen interrogador localiza estas microexpresiones y las identifica con la emoción que representa. El buen interrogador debe saber si la persona que tiene delante, está reaccionando con alegría, asco, desprecio, ira, miedo, tristeza o sorpresa y ,en el momento que tenga ese conocimiento, sabrá cual es la próxima técnica que debe utilizar para descubrir la verdad.

Jesús María Sánchez González

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Escritor, articulista y colaborador de Cuarto Milenio.

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